Salvemos a la contabilidad

Durante el último año he estado trabajando en un proyecto que mi equipo y yo bautizamos como el “Programa de Educación Complementaria”. Es un trabajo en proceso, pero ese “proceso” ha sido muy enriquecedor. La frase “No es la meta, si no el camino a recorrer para llegar a esa meta” cobró todo el sentido para mi durante este proceso.

Una parte medular del este hermoso proyecto era realizar encuestas a estudiantes graduandos o que estén en lo que en mis tiempos se denominaba “segundo ciclo”.

Para mi sorpresa, al preguntarle a estos jóvenes qué desean estudiar, la respuesta que obtuvimos fue: “aún no lo sé”, y los que sí sabían mencionaban carreras que en el año 2000 (cuando yo me gradué de secundaria) no existían. Una reflexión que me dejó esta encuesta es que, de cada 20 estudiantes, 1 decía que quería ser contador. Colegas, profesionales, amigos, no les miento, 1 de cada 20. No sé si mi ego tiene fragilidad o si es que la nostalgia me ataca cuando recuerdo esto, pero quiero pedirle a todos mis colegas y profesores que hagamos lo posible por salvar y realzar esta profesión.

La contabilidad ha ido evolucionando a través del tiempo. Mi Padre, Alvin Pile Zamora, era un contador “puro”, vieja escuela; si sabía algo distinto a Contabilidad pura era sobre temas fiscales. Mi generación, y diría yo que los contadores con 10 años más que yo, nos hemos convertido en híbridos. No solo somos contadores, también hemos ido evolucionando y explorando otros campos que no fueron diseñados para nuestra calza, como por ejemplo los procesos (ingenieros), riesgos (matemáticos) y otros que pudiéramos entrar en debate, como el control interno (administradores) y el cumplimiento (abogados).

La generación que nos sucederá a los que hoy en día tomamos decisiones contables para empresas o clientes, es una generación que tiene retos mucho más complejos que nosotros y que la generación anterior. Señores, no nos vayamos muy lejos, la Inteligencia Artificial está eliminando puestos de trabajo sin clemencias ni remordimiento alguno; los sistemas contables ya hacen los ajustes con sólo tocar un botón. Nos queda la red de seguridad de que un sistema no puede reemplazar nuestra experiencia o nuestra capacidad de análisis como seres humanos, pero ¡no sabemos hasta cuando esto será así! Adicional a esto, cada día las empresas exigen más de un contador: nos exigen más que contabilidad, nos exigen entendimiento de leyes, capacidad de elaboración de controles, suspicacia y curiosidad para auditar, nos exigen saber administrar y ¡hasta ser psicólogos!

Muchos de nosotros hemos tenido dificultades por aceptar trabajos que no son de nuestra experticia. No siempre salir de nuestra zona de confort es la mejor opción; a veces tenemos que ser lo suficientemente responsables para saber cómo transmitir cuál es nuestra verdadera fortaleza y a la vez ser lo suficientemente humildes para decir “esa no es mi rama”. Aquí aplica el dicho “zapatero a su zapato”. Es importante recalcar que no exhorto a mis colegas a que no afronten retos o que no estudien otras cosas o dejen de valorar la posibilidad de ser expertos en otra rama; al contrario, los exhorto a que cuando tomen esa decisión, ya le hayamos dado el valor que merece nuestra hermosa carrera y hagamos un relevo responsable con la generación venidera que debe estar de la mano con la tecnología. Cuando seamos adultos mayores, ¿adivinen quiénes serán los contadores, los contralores, los auditores?, ¿quién dirigirá las finanzas del país? Sí señores, esta generación que viene. Démosle valor a ellos y a la carrera. Al final ese matrimonio será de suma importancia para nosotros.

No dejemos que la contabilidad se disuelva entre otras carreras; no dejemos que se pierdan esos debates entre contadores para saber si una transacción está o no bien contabilizada, es nuestra responsabilidad impulsar nuevamente esta carrera y mostrarles a nuestros jóvenes hasta dónde podemos llegar utilizando la tecnología como un aliado y no como un suplente.

¡Hagámoslo!

Alvin

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